martes, 24 de junio de 2008

Edinburgh, she said.

She was sitting down there, holding to the fence.
Can you see the garden? she said
Lilies, lavandas, magnolias, roses...
and now, can you see the tombs? Corpses, putrefaction, worms, pitted eyes...

Beautiful contrast between the living and the dead- she said- those things you can only find in a city like this.

Too late, I said, I’m leaving now.
Do you really want to leave?
Either I stay and get my eyes pitted or I grow into a rose.
Who are you?
I am the soul in limbo
Nadja?
Nada
You’ll know what’s best- she said- sitting down there, holding to the fence.

miércoles, 18 de junio de 2008

Alicia, desde el otro lado.

Sus ojos son negros. Y rojos. Los abrió al cruzar a través del espejo.
Se perdieron en túneles estrechos, detrás de la pantalla de la representación.

Iluminaron una noche decadente, donde los hechos inalterables están escritos llueva o haga sol. Escritos en blanco y negro, o en negro y blanco, dependiendo si se escriben en pizarra o en papel. En todo caso, el color no cambia.

Miraron llenando la noche de música silenciosa, justo en ese momento en el que las cosas no están aún congeladas, muertas.

Los vio a todos, perdidos. Les habían quitado sus puntos de referencia. ¿Cuál es la diferencia entre un amigo y un no amigo? ¿Entre una virgen y una puta? ¿Entre la persona que deseas y con la que te acuestas? ¿Entre una mujer y otra mujer? ¿Entre tu cuerpo y el cuerpo que utilizas para el placer?

Sin duda este es el momento en el que Alicia tiene que mirar, sólo queda ella en el país de lo real.

domingo, 15 de junio de 2008

Los números impares


Era un Domingo cualquiera. Habíamos subido al trastero de Kato por aquello de la inercia. Esa noche, a altas horas de la madrugada, cuando estaba claro que nada más interesante que nuestro propio aliento nos iba a acariciar, Kato me explicó su teoría de los números impares.

Al principio pensé que las percepciones sensoriales de Kato se habían atrofiado. Pero ni siquiera hoy soy capaz de explicar la magnitud de su historia. Si escribo esto es para obtener cierto alivio de sus palabras, para decirme a mí mismo que aunque dos verdades puedan coexistir, aquello era un imposible, y que todo lo que pasó después, producto de esa imposibilidad. De otro modo ¿Cómo explicar que yo esté hoy escribiendo esto?

Hasta esa noche yo había pensado que la noción del universo empezaba con el Big Bang. Creía que lo poco que sabemos de él se había convertido en una visión cosmológica válida que dependía de las propiedades físicas de lamasa y la energía y cuya existencia se media en proporción a su expansión. Después de escuchar a Kato, también supe por qué el destino del universo se había convertido en el tema de numerosas novelas de ciencia ficción.

El caso es, me decía un Kato ya ebrio, que tus actos y tu vida son símbolos del orden del universo. No estaba yo para asuntos cabalísticos esa noche, pero poco a poco su historia empezó a cautivarme. En general, decía él, nuestras vidas viajan de forma abrupta de un evento a otro. Una persona toma un camino, gira en una esquina, se para, se desvía brevemente y vuelve a empezar. Nunca sabemos nada, e inevitablemente llegamos a un sitio diferente del que habíamos imaginado en un principio.Dentro de este mar de ignorancia, sólo la teoría de los números impares puede ofrecernos alguna luz. La interacción entre el número 19 y el número 11 crean las vibraciones básicas de la vida de una persona, continuaba diciendo Kato, y el número 11 y el 25 son las vibraciones máster. Según él, éstas vibraciones afectaban la forma en la que uno vivía, dibujando un destino único.

Conté y junté los números de los que Kato hablaba. Yo había nacido del 19 del 11 de 1979. Faltaban 25 días para que cumpliese 20 años, y esa fecha sería el 19 del 11 de 1999. Todos, claro está, excepto el 20. Le miré rezagado, hundiéndome en el sofá.



Esa noche todo cambió para mí. Fue una especie de revelación, y cuando tuve tiempo para asimilarla, me pregunté cómo era posible que hubiese vivido tanto tiempo sin entender algo tan simple. El hecho que esté escribiendo esta historia prueba que había una grieta en las elucubraciones de Kato: que cualquiera que fuese el último destino, cada universo paralelo tiene uno diferente.

domingo, 8 de junio de 2008

No mires abajo

Alzo la cabeza. El sol me ciega, un sudor frío recorre mi espalda. Oigo voces, miro y allí están llamándome, tengo todo lo necesario, los saludo. ¡Ahora voy! Esperad un momento. Me levanto para dejarlo todo bien atado pero con mi volubilidad característica me distrae una nube y alzo mi mirada hacia los vecinos de enfrente. Chismosos. Estoy harto de que me miren, me ponen paranoico. A veces me dan ganas de hacerles algún gesto que les disuada de volver a espiarme, o de llamarles por el micro para preguntarles cuál es su problema conmigo, sobre todo a ese calvo y a su hija que no disimulan en absoluto. Con los viejos de la ventana izquierda es diferente, ellos tienen la mirada vacía, esa cara de no extrañarse por nada y aceptarlo todo tal y como les viene dado.

Ya no sé en qué estaba pensando.

No mires abajo... más gente me llama. Tengo que bajar ya. Todos miran ansiosos. ¿Qué pondrán en la tele? Tal vez me de tiempo de encenderla un rato y ver alguno de esos telediarios desinformadores para que mi realidad se vea aún más coartada. Divago. Ver la tele no es lo que más me apetece hacer ahora. Me tomaría un café. No. No tengo tiempo de ir hasta la cocina con tanta gente esperando. Tengo la impresión de que cada vez son más.

Un último instante para pensar en algo artístico. En algún sitio leí que las grandes cosas se consiguen mediante pequeñas modificaciones transitorias, debo de tener en cuenta todos los detalles. Hay que dejarlo bien atado.

Ha llegado el momento. Inspirar, expirar... ¿Qué más da? Una sombra planea sobre mí. ¿Será la sombra de la duda? (Me encanta lo gracioso que soy). Ha llegado el momento. No mires abajo. Después de tanta mentalización no es difícil. Antes de cerrar los ojos vienen a mi mente tres palabras: puenting sin cuerda.

jueves, 5 de junio de 2008

Carne extraña

Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar. C. Baudelaire

La madrugada entraba con el peso de la vigilia en ciernes. Las sábanas se adherían a mi cuerpo formando otra piel y me pareció una tarea extraordinaria esa de empezar de nuevo, contraer los músculos, poner ideas en la cabeza y dar movimiento a mi cuerpo. Al final, algo que no era yo hizo que me alzase a abrir la persiana para ver cómo despertaba un cielo gris.

Entonces lo vi. Era un chico con unos ojos de mi edad. Los llevaba muy abiertos y al mirarlos el dibujo de un columpio se instaló en mi hipotálamo derecho. Bajaba la calle sin rumbo, destrozando cuanto encontraba a su paso. Percibí rabia girando en sus pupilas, sentí odio y náusea rezumando en sus retinas. Era una desazón ancestral la que viajaba allá adentro.

Tiraba jardineras, dejando flores muertas tras de sí. Rompía papeleras, como si la mierda exterior pudiese esconder la interior. Tumbaba las farolas, estrellando la única luz que tenía contra el suelo.

El olor de su angustia golpeó mi ventana. Quise abrirla y decirle que no estaba solo, que el odio consiste en trazar un límite en algún sitio. Quise invitarle a tomar un vaso lleno de algo caliente y tranquilizador;que sus ojos se cerrasen. Quise que subiera a mi cama para explicarle cómo funcionaba todo lo que yo no entendía.

La necesidad de extraer el vacío de aquellos ojos despertó un aire maternal y desconocido. Entonces obré como lo habría hecho cualquier madre. Volví a acercarme a la ventana y la abrí unos milímetros.Poco antes de gritarle que subiera, cogí el teléfono y marqué el 091. Al día siguiente leí el incidente en el periódico local. Él había pasado la noche en un calabozo y ahora esperaba su juicio.

Esa noche me dormí con la estúpida complacencia del que ha querido amar pero no lo ha necesitado.

The betrayal of images

The betrayal of images
no te fies de lo que veas, de lo que oigas, de lo que sientas...