Llevábamos una media hora hablando. No recuerdo en qué preciso momento todo empezó a sufrir graves trasformaciones. Tus palabras se enlazaron con las mías, se pegaron las unas a las otras, se entremezclaron de forma tan fuerte que, tirando poco a poco de mi lengua, el resto de mi cuerpo la sucedió a través de la línea telefónica. Fluuuup! Me engulló. Al principio me encontraba un poco apretada, mareada por los cortocircuitos, con esa sensación de claustrofobia que puede provocarle a una el viajar dentro de un hilo de plástico. Al cabo de dos eternos minutos aparecí en Moscú, allí estabas tú, dulce y tentadora, con la sonrisa pintada de rojo Burdeos, sentada al lado del teléfono y riéndote de tu brujería.
2014 in review
Hace 10 años