Eleanor se miro las manos con manchas rojas. No se acordaba bien de que era lo que había pasado. Matar a un cangrejo estaba dentro de los limites de lo aceptado. Matar a su marido estaba dentro de los limites de lo insospechado. De todas formas, pensó Eleanor...¿Cuál era la diferencia? Ambos eran carnosos, de caparazón impenetrable y caminaban hacia atrás.