Una estampida de imágenes intentó abrirse paso y en el centro encontraron un espejo. Entraron por mi cerebro, grabando un nombre con fuego. Lo rompieron y estalló en mil pedazos.
Un sudor nostálgico visitó mi cuerpo frío, empapándolo de piedras verdes y viejas. Después me subí al puente, mirando hacia las agujas. Había un gótico adolescente y yo le dije que veía un desierto donde había musgo y él me dijo: lo que ves es una verdad justa.
Cuando se fue oí el eco de mi voz y pensé que hablaba menos de lo que decía. Desde el puente escuché cantar a una niña contemplando una ciudad en ruinas.
2014 in review
Hace 10 años