viernes, 21 de marzo de 2008

insomnia

Ya estaba cayendo en los brazos del sueño cuando sonó el teléfono. Fue una conversación breve. Eran palabras que había escuchado antes, aunque no sé si en la realidad externa o sólo en la mía. La llamada me desveló. Me levanté, me senté en el suelo del salón a oscuras y vi como la luna iluminaba el cielo de forma espectacular. Era una noche bonita. Una noche para estar fuera. No podía sentir nada que no fuese una rabia enorme, una rabia que como una manta gris se iba asentando sobre mí. Intenté dominarla, pero ella me dominó a mí. Subió desde los dedos de los pies hasta mis ojos, y allí se deshizo en dos o tres lágrimas amargas. Me quedé horas sin moverme, tragando esas lágrimas. Voraz. La rabia salía y volvía a mi interior, cíclica, acuosa, hasta que perdí la noción del tiempo. Entonces escuché la puerta de la entrada. Volvía. Miré al cielo y vi que la luna había desaparecido. El azul había sustituido al negro, pero sólo ahí afuera. Me levanté y avalanzándome sobre él, le clavé el cuchillo en la garganta. Ahora podré dormir.

The betrayal of images

The betrayal of images
no te fies de lo que veas, de lo que oigas, de lo que sientas...