sábado, 31 de mayo de 2008

Olvidar

Hoy leí que el olvido es esencial para cualquier tipo de acción. Del mismo modo que no sólo la luz sino también la oscuridad son esenciales para la vida de todo organismo. Lo que es completamente imposible es vivir sin olvidar.
Creo que era Nietzsche y no sé por qué, me recordó a un pez intentando beber oxígeno.

jueves, 22 de mayo de 2008

Amar a una sombra


Dos buscan al uno. Son peonzas. Hilos destejiendo destinos.
Dos buscan al uno. Son ojos. Faros en la noche del vacío.
Dos buscan al uno. Campanas doblando al silencio.
Dos buscan al uno. Pompas de jabón cuadradas.
Dos
buscan
al
uno 
y
el
uno
dice:
  sólo
soy
feliz
donde
yo
no
soy.



¿Mueren las sombras con sus dueños?





martes, 20 de mayo de 2008

Destrucciones

Si te vas, dame la mano. Si los días se suicidan, dales las buenas noches.
Nadie huye del tiempo, aliméntalo con tu sangre. Ella piensa, ella sabe. Ella conoce la elegancia del cadáver.

Desnúdale el ego ampliándolo con nada. Oblígala a que exhale y su pecho se contraiga.

En el instante en que puedas olvidar, verás.
Sus besos lágrimas que dejaste resbalar. Sus caricias alas que quisiste cortar. Verás...
que ya no puede volar.

sábado, 17 de mayo de 2008

Contornos

Sentada encima de una roca toqué un agujero negro. En su fondo giraban caras pálidas, sonrisas turbias, cosas mudas. La escenografía de mi muerte rebotó ante mis ojos. La muy imbécil, se postraba con forma de sábanas sucias.

Había un sol oscuro al que le faltaban algunos rayos. El frío pasó de largo con espectros escondidos en las calles
ciénagas de plástico
basuras siderales

y yo, sentada en la roca, tocándo el agujero, saboreé el tiempo con alma gélida.

martes, 13 de mayo de 2008

Tierra

Clara observa detenidamente sus zapatos. Son rojos y puntiagudos. Son sus preferidos. El mundo debería recordarla por esos zapatos y no por sus cuadros.

Su memoria viaja hasta el último día de playa, deleitándose al evocar el surco de hoyos negros que dejaban sus zapatos al pisar la arena. Eran unos hoyos peculiares. Simulaban túneles. Túneles a mostradores en los que pagas el precio de la forma en la que vives. De repente le parece que alguien grita su nombre a lo lejos, y se sorprende al comprobar que puede descodificar los sonidos en letras y ordenarlas hasta que forman una palabra con la que ella se siente igual a lo que es. C-l-a-r-a. La vida reflejada en su nombre sólo persistirá mientras los sonidos fonéticos se mantengan en complicidad con el fenómeno visual de las palabras.

El grito imaginario la transporta al presente y se acuerda de que en este tiempo se camina sobre tierra, por asfalto. Está sucio y su olor no la despierta de ningún sueño. Examina sus zapatos de nuevo-son perfectos-y sigue avanzando sin rumbo.

Al doblar la esquina se topa con un café, su rótulo lo designa como ‘Medicina Líquida’ y le parece apropiado. Entra. Se sienta en una mesa al lado de la ventana y observa las caras tristes y feas de los transeúntes. Espléndido peregrinaje de basura.

Al cabo de un rato ordena un café con leche a un chico alto de ojos grises. Le sonríe con armonía y Clara le devuelve la sonrisa. Asocia la vida de la palabra amor a la imagen del chico y cómo si esta palabra fuera una hacedora de vértigos, siente agujas clavándose bajo sus uñas.

Toma el periódico que está en la mesa de al lado. A medida que va pasando las páginas, cree percibir un olor marino y se deja invadir por la añoranza. La añoranza de andar descalza. De beber agua salada. Ojea el periódico distraídamente hasta llegar a una noticia en la que hay una fotografía de una chica joven, bonita, exánime, tumbada sobre la arena. De pronto se le ocurre que ella conoce a esa chica, pero no puede recordar quién es. Observa la fotografía con recelo. La chica está desnuda en la orilla. Sólo sus pies están vestidos. Visten unos maravillosos zapatos rojos. Mira el encabezamiento de la noticia y lee con placer ancestral cómo Clara Maar, la conocida pintora, se ha suicidado esa mañana ahogándose en el mar.

sábado, 10 de mayo de 2008

Agua

Clara mira el mar. Ve que su único límite es la línea del horizonte y ve que el límite le pertenece a ella. A su incapacidad humana para percibir la curvatura de la tierra. Le envidia.

En la orilla, el más ininteligible de los seres humanos se postra delante del más ininteligible de las presencias no humanas. Los secretos de ambos sólo podrían descubrirse si uno de ellos se entregarse al otro. Duda un momento antes de entrar. Ella está sola. El mar no lo está. Él está lleno de vida. Ella no tiene vida dentro. Clara sabe que conoce mejor al mar que a sí misma. No conocerse es armarse de valor. Llenarse de peligro.

Va adentrándose en el agua. Su olor la hace despertar de un sueño secular y ético. Se va abriendo camino a través de ese absoluto líquido que la va dejando entrar, como en el acto de amor, donde el rechazo inicial es sólo una seña de invitación.

Pronto se deja cubrir por la primera ola. La espuma, la sal, el yodo y un pez volando en su cresta la enceguecen instantáneamente, dejándola mojada y sorprendida. Avanza sin miedo, partiendo la ola a la mitad. Hunde la cabeza en su brillo y siente los brazos torcidos del mar jugando con su pelo. Se inclina y bebe un trago de agua gélida y salada. Bebe con hambre, sin sed. Esto era lo que añoraba, lo que llevaba tanto tiempo esperando: el mar por dentro, el mar adentro. Se siente completamente igual a sí misma. Su garganta alimentada por la sal, sus ojos enrojecidos por el sol. Vuelve a zambullirse y bebe más agua. Sabe que es la amante que volverá a tenerlo todo. Clara es ahora menos sólida, más etérea. Ya sabe lo que quiere, ya puede intuirse. Quiere quedarse quieta en el mar, y lo hace durante un tiempo infinito, un tiempo que como la rueda, gira y nos repite. Absorbe el mar, aprehendiéndolo, haciéndola crecer. Creer.

Después vuelve a la orilla caminando por el agua. No sobre el agua. Lo que ahora tiene nadie puede quitárselo. Al salir, el mar opone resistencia a su marcha y la arrastra para atrás con su resaca. Ella resiste su llamado, su pedido. Ya está pisando la arena. Sabe que ha sorteado un peligro inmenso, el peligro de ser humano.

jueves, 1 de mayo de 2008

héroes underground

Volvieron a quedarse callados. Miraban el cielo sin nubes y cada uno imaginaba una cosa diferente. El silencio de él estaba invadido por el eco de una melodía ancestral. En el silencio de ella se escuchaban fantasmas plateados y coléricos. Era un silencio cómplice. Era un silencio ajeno. Entonces ella sacó una fotografía de su libro y se la tendió. ¿Te gusta? Él la miró con atención. Su cara estaba enmarcada en un espejo y sus ojos respiraban un aire anhelante. Su mirada dormía a la espera de un algo indefinido. El diagrama de la irrealidad.
-¿Te gusta o no? repitió ella.
- ¿Quién te la sacó?
- Alguien que tú no conoces.
La nube que no había en el cielo, bajó para oscurecer el rostro de Martín. La lluvia se asentó en su alma, melancólica pero serena. A su mente vino aquella canción que no existía "lo que pasa con el alma... es que no se ve...".
- ¿Qué se ve por la ventana un sábado por la noche, Alejandra?
- Sólo veo el metro.
La miró cauteloso, y después preguntó- ¿A qué te refieres?
- Túneles a otros mundos. Corredores negros.
- ¿Aún estás incómoda?
- No, hace rato que estoy contigo.
- No te siento.
-Eso es porque sólo crees en construcciones.
- ¿Me puedes enseñar a hacerlo?
-¿A hacer qué?
- Sentirte.
- Tardarás en aprender y no tenemos tiempo.
Martín se alegró súbitamente, pero al mismo tiempo sintió una tristeza imparable. Sintió la textura espectral de la oscuridad. La de él. La de ella. Achacó la melodía de su cuerpo en los huesos, saboreó el soplo de sonidos diversos. Abrió la boca y bebió del viento. Ese ir por abajo, esa galería oscura. Ese hundirse flotando. Le reconfortaba que el futuro no existiese y sin embargo, le embargaba de nostalgia.
Alejandra cogió la manzana que estaba encima de la mesa y preguntó: ¿Piensas que soy Platónica?
- ¿Por qué me preguntas eso?
- Las preguntas no se contestan con preguntas.
- No, pero contéstame.
- ¿Crees que el mito de la caverna es para niños?
- Sí.
- Yo también. Dime Martín, ¿Por qué sabes que Londres existe?
- Porque lo he visto.
- La existencia predece a la esencia.
- Fue lo que siempre dije.
- Nadie comprende lo que todos. Todos comprenden lo que nadie.
- Muchas veces decimos lo mismo sin entendernos.

Alejandra bajó del alfeizar de la ventana donde fumaba y miró hacia la cama en la que habían dormido. Recordó su cuerpo tendido en ella rodeado de un alimento exterminador.

-Esta noche he soñado que el mundo se multiplicaba. Que las realidades se expandían. Que yo estaba en medio de su estruéndo mágico y que cada una, egoísta, me agarraba de un brazo y me estiraba. Una vez escindida en dos, otra sucesión de tirones consiguió que toda yo se rompiese. Nadie quería recoger los trozos. Entonces yo me perdía en una memoria inconexa y mi cuerpo era un país arrasado por la humedad de la niebla.
- Yo fui a recoger tus pedazos, pero no me viste. No me quisiste ver.
- ¿Sabes? Se puede morir de presencias.
(Se hizo un silencio de tres minutos, silencio de hilos, sin ecos, ni fantasmas)
- Me tengo que ir- dijo ella.
- ¿A dónde?
- Da igual.
- ¿Realmente te quieres ir?
- Quiero quedarme queriendo irme.
- ¿Me dices antes qué es lo que te quedará de mí?
- Una mirada en un espejo. Una forma de ver.
- ¿Algo más?
- Un corazón de medianoche.
- ¿Hará eso que vuelvas a buscarme?
- Te dije hace tiempo que te encontraré en cualquier parte.

The betrayal of images

The betrayal of images
no te fies de lo que veas, de lo que oigas, de lo que sientas...