jueves, 1 de mayo de 2008

héroes underground

Volvieron a quedarse callados. Miraban el cielo sin nubes y cada uno imaginaba una cosa diferente. El silencio de él estaba invadido por el eco de una melodía ancestral. En el silencio de ella se escuchaban fantasmas plateados y coléricos. Era un silencio cómplice. Era un silencio ajeno. Entonces ella sacó una fotografía de su libro y se la tendió. ¿Te gusta? Él la miró con atención. Su cara estaba enmarcada en un espejo y sus ojos respiraban un aire anhelante. Su mirada dormía a la espera de un algo indefinido. El diagrama de la irrealidad.
-¿Te gusta o no? repitió ella.
- ¿Quién te la sacó?
- Alguien que tú no conoces.
La nube que no había en el cielo, bajó para oscurecer el rostro de Martín. La lluvia se asentó en su alma, melancólica pero serena. A su mente vino aquella canción que no existía "lo que pasa con el alma... es que no se ve...".
- ¿Qué se ve por la ventana un sábado por la noche, Alejandra?
- Sólo veo el metro.
La miró cauteloso, y después preguntó- ¿A qué te refieres?
- Túneles a otros mundos. Corredores negros.
- ¿Aún estás incómoda?
- No, hace rato que estoy contigo.
- No te siento.
-Eso es porque sólo crees en construcciones.
- ¿Me puedes enseñar a hacerlo?
-¿A hacer qué?
- Sentirte.
- Tardarás en aprender y no tenemos tiempo.
Martín se alegró súbitamente, pero al mismo tiempo sintió una tristeza imparable. Sintió la textura espectral de la oscuridad. La de él. La de ella. Achacó la melodía de su cuerpo en los huesos, saboreó el soplo de sonidos diversos. Abrió la boca y bebió del viento. Ese ir por abajo, esa galería oscura. Ese hundirse flotando. Le reconfortaba que el futuro no existiese y sin embargo, le embargaba de nostalgia.
Alejandra cogió la manzana que estaba encima de la mesa y preguntó: ¿Piensas que soy Platónica?
- ¿Por qué me preguntas eso?
- Las preguntas no se contestan con preguntas.
- No, pero contéstame.
- ¿Crees que el mito de la caverna es para niños?
- Sí.
- Yo también. Dime Martín, ¿Por qué sabes que Londres existe?
- Porque lo he visto.
- La existencia predece a la esencia.
- Fue lo que siempre dije.
- Nadie comprende lo que todos. Todos comprenden lo que nadie.
- Muchas veces decimos lo mismo sin entendernos.

Alejandra bajó del alfeizar de la ventana donde fumaba y miró hacia la cama en la que habían dormido. Recordó su cuerpo tendido en ella rodeado de un alimento exterminador.

-Esta noche he soñado que el mundo se multiplicaba. Que las realidades se expandían. Que yo estaba en medio de su estruéndo mágico y que cada una, egoísta, me agarraba de un brazo y me estiraba. Una vez escindida en dos, otra sucesión de tirones consiguió que toda yo se rompiese. Nadie quería recoger los trozos. Entonces yo me perdía en una memoria inconexa y mi cuerpo era un país arrasado por la humedad de la niebla.
- Yo fui a recoger tus pedazos, pero no me viste. No me quisiste ver.
- ¿Sabes? Se puede morir de presencias.
(Se hizo un silencio de tres minutos, silencio de hilos, sin ecos, ni fantasmas)
- Me tengo que ir- dijo ella.
- ¿A dónde?
- Da igual.
- ¿Realmente te quieres ir?
- Quiero quedarme queriendo irme.
- ¿Me dices antes qué es lo que te quedará de mí?
- Una mirada en un espejo. Una forma de ver.
- ¿Algo más?
- Un corazón de medianoche.
- ¿Hará eso que vuelvas a buscarme?
- Te dije hace tiempo que te encontraré en cualquier parte.

The betrayal of images

The betrayal of images
no te fies de lo que veas, de lo que oigas, de lo que sientas...