lunes, 7 de abril de 2008

I


Hay un espacio en algún lugar del mundo, lejos de Escocia, del que Otto no sabe nada. Un espacio secreto que sólo le pertenece a ella. Las complicidades nunca son exhaustivas, nunca enteras. En los castillos del lenguaje siempre hay torres sin puertas, ventanas sin luz, pasillos imprevistos, escaleras sin final, habitaciones detrás de candados viejos cuyas llaves desaparecen en las manos agujereadas de la única dueña, la dama de los significados. Pero ese día, confuso y abatido a la par, Otto se percata por primera vez de que ese espacio secreto no está oculto como lo está el corazón bajo el pecho, sino que está expuesto al mundo, únicamente resguardado por su transparencia. Ella no le había escondido nada, pero Otto aún no sabe mirar.



II


Otto ya no se pregunta qué es lo que busca en Teresa. Ahora lo único que le interesa es aprehender lo que ha encontrado en ella. Sus horas de sueño son escasas, duerme sin descansar, gasta las horas nocturnas rápidamente como si tuviese miedo de estar perdiendo el tiempo. Hay premura e impaciencia en los movimientos de su cuerpo, él mismo puede notarlo al mirar su reflejo en el espejo. Apenas se despierta, Otto alarga el brazo para encender su ordenador donde día a día va transcribiendo su vida. Son notas escritas rápidamente, garabatos inconexos, frases sin terminar. Ahora que ha conocido a Teresa esas notas le devuelven una vida que creía perdida. Se siente como un niño. El trabajo llama a la puerta, no puede continuar la historia y los segundos se vuelven negros. Lleno de prisa se incorpora y se mete debajo de la ducha, gira la manivela hasta que el agua está congelada, sale sin secarse, cruza el umbral de la puerta y se dirige hacia el tren. Siente el aire tibio de la primavera en su rostro. Está temblando. La ciudad está llena de gente y ninguno de ellos es la respuesta deseada.

The betrayal of images

The betrayal of images
no te fies de lo que veas, de lo que oigas, de lo que sientas...