domingo, 13 de abril de 2008

Hace sólo unos minutos, sentada en el salón y mirando aburrida por la ventana, presencié un evento singular. En la puerta de la casa de enfrente había una mujer diminuta, extremadamente delgada, con un pelo negro y larguísimo que prácticamente la cubría cuan larga era. Tenía ojos saltones y orejas élficas. Hablaba con mi vecino. Me pareció escuchar que estaba recogiendo unas firmas en contra del consumo de carne animal. Después de escucharla atentamente, él asintió y entró en la casa con gesto de “ahora mismo vuelvo”. Mientras, la diminuta esperaba con aire impaciente.
Al cabo de un rato contemplé estupefacta cómo volvía a salir armado con un bote de crema de chocolate en la mano derecha y otro de nata montada en la izquierda. Cuidadosamente empezó a verter los botes por encima de la mujercita, que atónita, le miraba con ojos desorbitados. La situación empezó a interesarme. Cuando la mujercita quiso protestar, él se lo impidió encajándole una manzana caramelizada en la boca (que no sé de dónde sacó). Y allí mismo, delante de la ventana de mi salón, sacó tenedor y cuchillo y empezó a cortar a la mujer en trocitos meticulosos para empezar después a masticarlos ávidamente. La mujer no decía nada, no sé si era por la manzana, por el asombro o por el dolor. Al cabo de unos minutos, lo único que restaba de ella era un montículo de huesecillos y los papeles que traía consigo. Entonces el vecino se inclinó, cogió el bolígrafo y firmó en la casilla que ella le había indicado. Corrí la cortina con una sonrisa en mi cara.

The betrayal of images

The betrayal of images
no te fies de lo que veas, de lo que oigas, de lo que sientas...